jueves, 16 de septiembre de 2010

Florencio Gavito Bustillo (acta de independencia de MEXICO)

Por mucho tiempo, la Nación no tuvo 'acta de nacimiento'. El 28 de septiembre de 1821, los integrantes de la Junta Provisional Gubernativa se reunieron a firmar el documento por el que la Nueva España se declaraba "soberana e independiente". Al calce tenía la rúbrica de 36 personajes históricos. Aquel sábado, según consta en manuscritos de la época, se hicieron dos ejemplares a mano y ambos fueron signados. Por ello existieron dos originales. Uno se quemó en 1909 en un incendio que consumió la antigua Cámara de Diputados, y el otro fue vendido en varias ocasiones, hasta que se perdió de vista. Florencio Gavito Bustillo, padre del hombre que entregó el Acta al Presidente, era un bibliófilo y un "patriota empedernido" según relata su nieto, Florencio Gavito Mariscal. El tercer Florencio de la dinastía -alto, cano, de voz gruesa y ojos verdes intensos- muestra todos los documentos de la venta y entrega al Presidente, al charlar en su caserón de las Lomas de Chapultepec. Su abuelo era originario de Puebla, pero vivía en Biarritz, Francia. Se dedicaba a la industria textil y tenía una enorme colección de libros y amigos con aficiones similares. Entre ellos, Luis García Pimentel. Coleccionista español que un día de 1947 le ofrece a la venta un 'documento interesante' heredado de su abuelo, Joaquín García Icazbalceta. "Cuando se entera de qué se trata, dice: ¡Mi madre! ¡Claro que me interesa!", relata el nieto de 56 años que heredó el buen talante de su abuelo, y la elegancia de su padre. "Mi abuelo era un romántico. Patriota de verdad. A pesar de que vivía en Europa, siempre decía que el país le había dado tanto, que de alguna manera tenía que retribuirle". Cerca de los años cincuenta, Gavito Bustillo regresa a México enfermo de leucemia. Con él, el acta en un tubo de acero inoxidable que, desde su compra, se veía golpeado. "Mi abuelo tenía la intención de entregar el acta en mano propia, pero le ganó la muerte en 1958". UN DANDY A LAS PUERTAS DEL PALACIO Gavito Bustillo había fallecido, pero no así sus intenciones. En su testamento designó a su viuda, Mercedes Jáuregui y Muñoz como heredera universal, y le encargó entregar al Presidente de la República el Acta de Independencia. Es entonces cuando comienzan los dictámenes y cotejos para avalar su autenticidad, a lo que la familia coopera con la carta de compra-venta donde consta que la transacción se hizo por 10 mil pesos; aunque se cree que la cifra fue mucho mayor. Tres años después de la muerte del patriarca y terminados los escrupulosos estudios, Mercedes Jáuregui, anciana ya, comisiona a su hijo para cumplir con lo ordenado. "Y mi padre se avienta el numerito", comenta entre risas Gavito Mariscal. "Era muy simpático y tenía un gran genio. Siempre estaba hecho un dandy". Y así, vestido con un traje oscuro impecable, Gavito Jáuregui se encaminó al Palacio Nacional. Aquel México de los años sesenta, donde se vendían refrigeradores por 2 mil 600 pesos y consolas estereofónicas por 5 mil, vería por primera vez en mucho tiempo, su 'acta de nacimiento'. Los hombres más cercanos a Adolfo López Mateos atestiguaron la ceremonia. El diario Novedades del día siguiente tituló: 'Entrega del Manuscrito del Acta de Independencia de México'. En la fotografía, el Primer Mandatario y Florencio Gavito Jáuregui son acompañados por Gustavo Díaz Ordaz, entonces Secretario de Gobernación y Jaime Torres Bodet, Secretario de Educación Pública. La noticia estuvo en todos los diarios nacionales e incluso en las páginas reservadas a la alta sociedad. La célebre columna de 'El Universal', Ensalada Popoff (del cronista Agustín Barrios Gómez) dio cuenta del suceso. Hecha la entrega, López Mateos ordena que se exhiba en el Castillo de Chapultepec y así se hace. Sin embargo, un par de años después, según versiones de la familia, el documento deja de estar ahí. Florencio Gavito Mariscal, entonces un niño, no se entera de que el Acta, nuevamente se encuentra 'fugitiva'. "Fue hasta el final del sexenio de Vicente Fox cuando me di cuenta. Un día fui con mis hijos al Castillo de Chapultepec a pavonearme por lo que el bisabuelo había donado a la Nación, y en su lugar me encontré una carta de Pancho Villa". 'COMO CHÍCHARO EN PLATO SOPERO' El primer paso para encontrar lo que la familia llama "la factura de la Nación" fue contactar al director del Castillo de Chapultepec. "Un tipo del que prefiero ni recordar su nombre por pesado", dice Gavito Mariscal con la voz grave. La respuesta del encargado fue que el acta no existía, pues se había quemado en 1909. Y comenzó una larga discusión. "Me trajeron como chícharo en plato sopero. Me decían: 'Ve para allá', 'ven para acá', 'déjame preguntar'". Hasta que contactó a sus amistades de la política y la cultura. Santiago Creel y Guillermo Tovar y de Teresa hicieron que el asunto llegase a oídos del ya Presidente Felipe Calderón en 2007. En ese entonces comenzaba la efervescencia del Bicentenario. Setenta y dos horas después, una mujer de nombre Guadalupe Buenaga, le llama por teléfono. -Por instrucciones del Señor Presidente pasaré por usted. Lo voy a llevar a donde está el acta -dijo una voz amable. Y varios miembros de la familia Gavito se enfilaron hacia el Palacio de Lecumberri, sede del Archivo General de la Nación y antes, una infausta prisión. "Nos recibió el entonces director Jorge Ruiz Dueñas", cuenta deleitado Gavito Mariscal. "Me dijo que la habían bautizado como 'el acta fugitiva', porque por mucho tiempo se les perdió de vista y un día, apareció traspapelada en una de las bóvedas". Suspicaz, el último de los Florencios cree que si estuvo desaparecida desde principios de los sesenta, fue porque algún político la tuvo colgada en la sala de su casa. Pero reconoce que sólo son especulaciones. "Yo llevaba conmigo una copia fiel que está debidamente notariada, para cotejarla con la original". Con guantes de látex, el hombre ingresó a la bóveda, tocó el ejemplar y lo primero que hizo fue voltearlo para corroborar si, como él sabía, en el anverso estaba el ex libris de la biblioteca del Maximiliano de Habsburgo, quien la tuvo por un tiempo desconocido. "Y efectivamente ahí estaba. Después de dar vueltas por no sé donde, pude ver el acta que estuvo prófuga por prácticamente 40 años". Junto a una reprografía en tamaño natural, el Archivo General de la Nación entregó a los Gavito un grueso legajo con papel membretado de la UNAM, que certifica que el acta es la verdadera. "Además me nombraron custodio permanente y honorario. Así que cuidaré de ella hasta que me saquen por las patas por delante", afirma jocoso y solemne, al tiempo que aprovecha para hacer una advertencia. "En el momento que menos se lo esperen, llamaré al Archivo General de la Nación y diré: 'voy para allá porque quiero tenerla en mis manos. Y ese día, veremos qué pasa". Florencio Gavito Mariscal espera que el Acta nunca más vuelva a fugarse. http://www.elsiglodetorreon.com.mx/noticia/558409.html

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