Jorge Fernández Bustillo comenzó su trayectoria en el Carreño Miranda en 1977, adonde llegó como catedrático de Filosofía en una época en la que todos los demás catedráticos le parecían mucho mayores. En el centro fue director desde 1985 hasta 1987 y continuó vinculado al mismo hasta 1991, año en que se trasladó al Instituto La Ería de Oviedo, donde continúa desarrollando su labor docente. Bustillo fue, además, director general y consejero de Cultura, así como concejal y portavoz del PSOE en el Ayuntamiento de Oviedo. -El hecho de conocer Avilés y a la gente que estaba dirigiendo el mundo de la cultura, como Antonio Ripoll o Ramón Rodríguez, hizo que pudiera luego darle un gran impulso a la cultura en Avilés. Había gente muy dispuesta, con muchas ideas. -¿Cómo era la ciudad? -Avilés había sufrido la crisis más fuerte de Asturias, ya que la siderurgia, su principal sustento económico, tenía una recesión terrible que también afectó a la construcción naval, la metalurgia. Fueron años realmente difíciles. Pero Avilés siempre fue una ciudad emprendedora y nunca perdió el impulso ni la esperanza de ser una gran ciudad. El Niemeyer será muy importante, pero también se han ido produciendo otra serie de cambios, como los referidos a las comunicaciones, que están poniendo en buen lugar a la comarca. Lo que le falta a Avilés es desarrollar más aspectos de carácter universitario. Con la convergencia europea la Universidad abre nuevas posibilidades, de las que Avilés debe aprovecharse. -¿Queda ya muy lejos en el recuerdo su etapa en el Carreño? -Queda lejos, pero los buenos recuerdos están siempre cerca. Fueron años de transición, el inicio de la democracia, una época tensa. En los claustros había gran división, que curiosamente era generacional. La mayor parte de los profesores jóvenes querían apertura y un nuevo sistema de educación, frente a los profesores de cierta edad. En ese clima de cierto enfrentamiento, creo que el primer nombramiento de consenso de director fue el mío. Yo no tenía ningún interés en ser director. Creo que a partir de aquel momento la vida en el instituto fue más tranquila. El problema más importante era el dinero, ya que mantener un instituto con el presupuesto que daba la Administración era prácticamente imposible. Por otra parte, el Carreño tenía su encanto, por el poso de años de generaciones de avilesinos. Siempre tuvo alumnos excelentes. El instituto refleja la historia de Avilés y de su tiempo. Primero fue mixto, luego masculino. Había un claustro muy profesional, muy entregado a la labor docente, y teníamos unas chicas en administración que quitaban muchas preocupaciones de actas, certificadosÉ El equipo funcionaba de maravilla. Fueron años muy agradables; también éramos mucho más jóvenes. -Habría algún borrón. -Hubo momentos complicados, como la situación que nos creó el golpe de Estado de Tejero, con varios días de enfrentamientos directos, con alumnos, profesoresÉ A mí me pilló el «tejerazo» en el instituto, y decidí mantenerlo abierto. Nos llegaron noticias de desórdenes en La Cámara y Sabugo. El día siguiente fue tenso, pero poco a poco los problemas fueron pasando.No me puedo quejar de aquellos años, guardo muy buen recuerdo de mis alumnos. Tuve un equipo directivo muy bueno, en el que estaba José Castro, que es un gran director. También pasamos años de pobreza. Había un pésimo sistema de calefacción, un sistema eléctrico cada vez más peligroso, gimnasio en mal estado, salón de actos en malas condicionesÉ Ahora, sin duda, es un buen instituto, y sigue siendo el Carreño Miranda, el instituto de Avilés. -¿Cómo evolucionó la educación durante estas décadas? -Los viejos profesores a veces nos quejamos mucho de cómo ha cambiado la educación. Pero mi impresión es que los alumnos siguen siendo iguales o muy parecidos. ¿Saben menos que nosotros? Sí, de algunas cosas, pero saben mucho más de otras. Buscan información con mucha más facilidad. Mis alumnos ahora no son mejores ni peores, sigue habiendo de todo. El hecho de que la enseñanza sea general hace también que las deficiencias familiares se trasladen al sistema educativo. Hay un descuido social en cuanto al respeto de la disciplina, que habría que mejorar. Respecto a la lectura, sé por experiencia que cuando a los alumnos les das libros que pueden leer, los leen; basta buscar fórmulas adecuadas. -Familias y centros se pasan la pelota de a quién corresponde la educación de los niños.-En la época en la que estuve en el Carreño Miranda la mayoría de los alumnos eran del núcleo central de Avilés, muchos de sus padres habían hecho estudios en el Carreño y mantenían una relación bastante fluida con el instituto. Era muy fácil entenderse con ellos. Indudablemente los problemas de cada instituto son diferentes, depende del área geográfica, del nivel social. Eso es lo que tiene que suplir el sistema de enseñanza, que no se ha ocupado lo suficiente. Los institutos deberían de estar abiertos todo el día, tener bibliotecas a disposición de los alumnos y también alguien que tutorice ese trabajo. Pero, efectivamente, hoy en día, para los profesores el trato con los padres es una de las mayores dificultades. Ahí está la falta de respeto al profesor por parte de alumnos y padres, la exigencia del «yo tengo razón» y también el traspaso de responsabilidad. Está claro que la familia tiene que educar. El sistema administrativo obliga al profesor a enseñar de todo, y al final lo que no enseñamos es matemáticas. Y se olvida que, sin enseñanza, el país no prospera, ni tampoco los individuos. Hay que equilibrar educación y enseñanza. Todos tienen que asumir sus responsabilidades: las familias, la sociedad, y el sistema político. La enseñanza es un compromiso de todos. -La legislación cambia a menudoÉ -Yo abogo por un pacto que permita llevar la tranquilidad a los centros docentes y la confluencia con el sistema educativo europeo, del que no estamos tan lejos. He leído el «informe PISA». Las diferencias con el resto de Europa no me parecen muy significativas, si se analizan bien. Cierto que advierte que hay que mejorar, y hay que tomárselo en serio, pero no es un desastre. Yo siempre recuerdo, como alumno, que podíamos traducir a Virgilio y a Horacio sin diccionario. Pero habíamos dado los mismos años de Latín que de Francés y no podíamos hablar con un francés. Los sistemas de enseñanza también tenían entonces que mejorar, y eso ha cambiado radicalmente. -Los alumnos tienen que seguir escolarizados hasta los 16 años aunque no quieran. -Con mucha frecuencia son demasiado jóvenes para tomar decisiones. Me he encontrado con muchas alumnas, también algunos alumnos, que no eran capaces de asumir sus propias posibilidades, y tienen crisis porque la adolescencia es una edad problemática. Una las cosas que el sistema educativo necesita es un modelo de orientación más participativo.
domingo, 2 de marzo de 2008
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