viernes, 29 de mayo de 2009

Juan Llavallol Bustillo es argentino y tiene 33 años. Recibió la ordenación sacerdotal el pasado sábado 23 de mayo.

Juan Llavallol Bustillo es argentino y tiene 33 años. Recibió la ordenación sacerdotal el pasado sábado 23 de mayo. Le gustan el fútbol y la bicicleta, la música y andar a caballo por el campo. En esta entrevista cuenta sus impresiones ante la tarea apostólica que tiene por delante, usando las categorías propias de un ingeniero. 28 de mayo de 2009 Un ingeniero que se ordena sacerdote: ¿Por qué este cambio tan “radical”? Hace poco, un colega ingeniero me hizo una pregunta parecida, y me causó gracia porque el lenguaje me era más familiar: ¿cómo fue el “proceso” desde que comenzaste ingeniería hasta ahora? Y le respondí que, mirando un poco hacia atrás, es difícil dar una respuesta exacta, como las que estamos acostumbrados a dar en problemas de matemática o física. Creo que mi vocación al sacerdocio tiene mucho que ver con la vida de un ingeniero: las condiciones ideales de “mi proyecto” inicial se fueron transformando en valores más reales, a medida que surgían nuevas dificultades que enfrentar, “oportunidades de negocio” a aprovechar, problemas que resolver y decisiones importantes que tomar. Dios me fue llevando paso a paso y acá estoy... ¡feliz de haberle dicho que sí! ¿Y en qué consistía ese ir “paso a paso” hacia el sacerdocio? Gracias a Dios crecí en una familia cristiana: el ejemplo de mis padres fue, en este sentido, un paso enorme. También la formación que recibí en el colegio me ayudó mucho a conocer la fe. Por aquél entonces conocí el Opus Dei y aprendí a rezar algunas oraciones que me ayudaron mucho, sin duda. Pero cuando empecé la carrera de ingeniería, en el año 1994, mis planes para el futuro apuntaban al mundo de la empresa, de los negocios: no se me había pasado por la cabeza la posibilidad de ser sacerdote. Mi trato con Dios era, por así decirlo, bastante egoísta: yo pretendía “cumplir” con Él y tenerlo cerca para cuando me hiciera falta, pero pretendía a la vez que no me complicara tanto la vida. El contacto con la Universidad, además de la buena formación científica, me aportó también nuevas inquietudes y motivaciones. Pienso que Dios se valió de esas nuevas circunstancias para mostrarme un panorama muy interesante: buscar la santidad y acercar a Él mucha gente, continuando a la vez con mis proyectos profesionales. Perdón por la interrupción, pero: ¿podrías explicar qué es la santidad? Se podrían dar mil respuestas, aunque una muy válida es decir que ser santo es ser feliz, así de simple. Mi carrera profesional, mis amigos, mis aficiones me hacían feliz. ¿Por qué tenía que dejarlas? ¿No sería que Dios me quería feliz allí? Simplemente, me propuse disfrutar más de aquellas cosas: estudiar con más orden para ser un buen ingeniero, reír con los amigos y rezar por ellos, involucrar a otros en mis aficiones para que nadie se sintiera solo... Eso es buscar la santidad. Implica esfuerzo, cómo no, pero da una profundidad enorme a la vida, te ayuda a gozarla por completo. Se ve que el mensaje de San Josemaría ha influido mucho en tu vocación... Sí. Estando en la universidad comencé a conocer mejor la fe cristiana gracias a gente del Opus Dei. Aprendí a hacer bien mi trabajo, sonreír ante las cosas que salen mal, ayudar a los necesitados sin proclamarlo a los cuatro vientos... Todas las enseñanzas del Evangelio encontraban una aplicación en mi vida diaria en la universidad. El mensaje del Opus Dei —buscar a Dios en la vida cotidiana— me llenaba, así que decidí pedir la admisión. Como es lógico, externamente nada cambió: seguí con mis estudios y pensando en mis trabajos futuros; internamente, todo me llenaba más. Si ya estabas entregado a Dios en el Opus Dei, ¿por qué te hiciste sacerdote? También fue dejarse llevar paso a paso. Llegué al final de la carrera y me quedé trabajando unos meses en la Facultad para terminar de pagar un crédito universitario. Le tomé el gusto a la investigación y a las clases —cosa que tampoco suponía al comenzar la carrera— y seguí trabajandoen la universidad. Dios quiso que por unos años intentara servir a los demás con mi trabajo como ingeniero. Hacen falta muchos cristianos que sean buenos profesionales, capaces de dar lo mejor de sí. “Pero también hacen falta sacerdotes”, pensé un día. Así que vine a Roma a estudiar teología y ponerme a disposición de Dios. Dejé temporalmente mis trabajos de ingeniería y me di unos años para encontrar la voluntad de Dios... Y acá estoy. Se ve que tu futuro laboral cambió bastante... Y estoy feliz de que haya cambiado. Recuerdo el primer día de clase en la facultad de ingeniería, un poco asustado pero lleno de ilusión ante la nueva etapa que comenzaba. Hoy es igual: me abruma un poco el reto que se me presenta, pero echando la vista atrás veo que es Dios quien me va empujando. Sin Él, no hubiera recorrido un camino que ni yo mismo imaginaba. Yo soy ingeniero; pero Dios, es realmente ingenioso. Me cambió los planes a su manera y hoy no me cambio por nadie. El “proyecto” actual es impresionante: con el mejor “producto que ofrecer” —la santidad—, a un mercado inmenso que lo está buscando con ganas: ¿quién no quiere ser feliz para siempre? Por supuesto que hay competencia —en primer lugar la propia comodidad— y dificultades. Pero el éxito es seguro porque el “proyecto” es de Dios y Él es el primero que quiere sacarlo adelante. Basta tomar la primera decisión —como al elegir la carrera—, poner algunos medios de nuestra parte cada día y Él se encarga del resto.

1 comentario:

Curro Contreras dijo...

Hola: esto es una especie de mensaje en una botella. Largo de explicar: estoy intentando localizar al sacerdote del Opus Dei Federico Gutiérrez, nacido en 1964. Buscando en Google, sólo he podido encontrar una noticia donde se informa de una visita conjunta de los sacerdotes Federico Gutiérrez y Juan Llavallol al seminario diocesano de Valladolid en octubre de 2009.

Me llamo Curro Contreras; fui buen amigo de Federico cuando ambos coincidimos en el colegio Tabladilla (Sevilla) en los cursos 1972-73 y 1973-74. Una visita recinete al coelgio Tabladilla me permitió reconocer a un ex-compañero que me informó de la ordenación de Federico. Hacía 36 años que no sabía de él.

No sé si él me recordará; creo que sí. Federico vivía en la calle Virgen de la Antigua; a su padre le gustaba ir al hipódromo. Nuestro profesor en 4º de EGB se llamaba Don Leandro. Aporto estos datos para que se vea que no es un timo o un juego.

Si Juan Llavallol lee esto y está en contacto con Federico, le agradecería que le proporcionara mi e-mail: curror@yahoo.com. Y que le pidiera que me escriba, pues no se me ocurre otra forma de contactar con él.

Muchas gracias.