Eduardo Bustillo nunca imaginó vivir una experiencia así. Estuvo en el momento y el lugar precisos para salvar una vida. Julio García, un residente de Hialeah, almorzaba tranquilamente con su esposa en el restaurante Molina de esa ciudad cuando comenzó a ahogarse con un pedazo de comida. En pocos minutos, el rostro del hombre de 71 años se tornó azul y cayó desmayado sobre la mesa. Los clientes gritaban y la esposa de García estaba en pánico cuando Bustillo se paró de su mesa, corrió hacia el hombre y al darse cuenta que había dejado de respirar comenzó a oprimirle el abdomen, practicándole primeros auxilios. ''¡Dios mío, pongo mis habilidades clínicas en tus manos! ¡Ayúdame a salvarlo!'', rogó Bustillo mientras trataba de que García respirara. ''Dios mío, mira el dolor de su esposa, ¡ayúdame!'', continuó rezando mientras los minutos pasaban. Por su experiencia, el ejecutivo sabía que esos minutos podían significar la diferencia entre la vida y la muerte de García. ''Sabía que me estaba ahogando, que me estaba muriendo'', recordó García, oriundo de Cuba. Finalmente, Bustillo logró que el hombre expulsara el trozo de alimento y que sus vías respiratorias quedaran libres. García fue llevado al Hospital de Hialeah, donde le dieron de alta horas más tarde. Ayer, los dos hombres se reencontraron en el hospital, en un fraternal abrazo. ''Le doy gracias a Dios por haberme puesto este ángel bondadoso'', expresó emocionado García. ''Ahora siento que Dios me dio otra oportunidad'', agregó. Sin duda, el 24 de julio pasado será una fecha que el matrimonio García jamás podrá olvidar. Tampoco Bustillo, de 41 años, quien tiene una maestría en administración de negocios y salud, y ejerce como director de manejo de riesgos y calidad clínica del Hospital de Hialeah. ''Significó mucho en mi vida'', recalcó el héroe. ''Dios es muy grande y lo pone a uno en el momento justo en que un hermano nuestro nos necesita'', subrayó Bustillo, quien nació en Chicago y es hijo de colombianos. ''Para mi familia, esta experiencia también ha sido impactante'', afirmó el ejecutivo, que reside en Miami Lakes con su esposa, Michelle, y sus tres hijas: Briana, de 9; Anabelle, de 7, y Ariana, de 6. ''Es un milagro'', expresó Amada García, la esposa de Julio. ''[Bustillo] fue un angel que estaba allí y lo salvó. Yo estaba aterrada, viendo cómo mi esposo se me moría'', recalcó la mujer. ''Lo ví caer de bruces sobre la mesa, y pensé que había sufrido un infarto'', recordó Amada, quien tiene 30 años de matrimonio con Julio. ``Pero entonces levantó un poco la cabeza y nos dimos cuenta que se estaba ahogando''. ''Inmediatamente, este señor llegó, lo acostó en el suelo y empezó a darle los primeros auxilios'', describió. Para Amada, los minutos que transcurrieron a continuación fueron ``una eternidad''. ''Mi esposo no respiraba y el hombre seguía luchando'', relató la mujer, oriunda de La Habana. Ayer, la mujer dijo que la vida debe ser valorada minuto a minuto y que esta experiencia fue una gran prueba de fe. ''Clamé a Dios por su vida y me concedió el milagro'', aseveró
domingo, 5 de agosto de 2007
Una historia de heroísmo cotidiano ocurre en un restaurante de Hialeah
Publicado por kioskero en 13:53
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